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jueves, 30 de enero de 2014

EL SECRETO DEL HUEVO DE ORO VI, de Ricardo Corazón de León

Volvemos con otro fragmento de esta prima obra en honor de René Barjavel, Robert A. Heinlein, Isaac Asimov y todos los prestigiosos autores de ciencia ficción. 

Nos habíamos quedado aquí, cuando nos encontramos con DOS HUMANOS.
(Pintura de Vicente Romero Redondo, español)

(Imagen obtenida en google)
 


Las imágenes de la pareja dieron la vuelta al mundo y fue una auténtica conmoción universal. Las damas de cualquier edad, condición social y raza no podían apartar sus ojos de su miembro erguido, desafiante de amor. En armonía con él, su cuerpo era delgado y musculoso; parecía cincelado por los clásicos griegos. Todas ellas se sintieron celosas de la mujer que yacía a su lado porque estaba claro que ambos eran una pareja. Los hombres se enamoraron de la dulzura, de la sensualidad y belleza que emanaba del cuerpo de ella. A partir de aquél día parecía que no hubiera nada más interesante que esta noticia. Todas las demás quedaron relegadas a un segundo plano.


Por días las holografías de sus dos cuerpos, las imágenes en 3D, fueron la única conversación, el único interés común a nivel internacional. Algo así no se había conseguido jamás con nada, ni guerras, ni crisis, ni enfermedades… ni planes aglutinantes. Era estremecedor, algo que unió a todas las personas de los cinco continentes. Un proyecto común. El primero, en toda la historia de la humanidad.


Había costado tanto que todos los países pusiesen su granito de arena, en mayor o menor proporción. Se jugaban el título y el honor de ser sus descubridores ─todos lo pretendían─ pero el grupo de científicos se negó en redondo. El Descubrimiento pertenecería a toda la Humanidad y todo lo que se obtuviera de él, ya fueran inventos, máquinas, conocimientos, explotación de los mismos… sería de todos. En beneficio del mundo entero.


Y conforme a este acuerdo comunitario, se dictaron por primera vez Leyes Universales al respecto para garantizar el desarrollo de este gran proyecto. Y, también fueron las únicas leyes aprobadas unánimemente por todos los países integrantes, por la Humanidad entera.


Por lo mucho que se jugaba en esta expedición se habían extremado las medidas de seguridad. La estación polar Ibiza tenía su propio cuerpo de seguridad que impedía el acceso al pozo a toda persona ajena a la exploración y con órdenes de registrar minuciosamente a todos los empleados.
(Pintura ciclópea de Michal Kurncz)

Ignorábamos todo de ellos. Si estaban muertos o dormidos. Si les amenazábamos con nuestra inevitable invasión o eran una amenaza para el mundo. No lo parecían. Pero…


Tras conseguir por medio de tres grandes ventosas articuladas de inyección de aire abrir la puerta de acceso, nos dispusimos a entrar. Tan solo existían dos trajes como los de los astronautas capaces de resistir ese frío casi líquido. Los demás estaban ya casi listos y se enviarían pronto. Por primera vez, Richard lamentó su volumen ya que le era imposible ponerse uno de aquellos trajes. Se acordó que Magnus y Geraldine fueran los que entrasen.


En el interior había una luz azul que procedía de las propias paredes de la esfera. Lo inundaba todo de una forma sutil pero nítida. Todo estaba dispuesto en torno a la pareja, formando un círculo en el que incidía la luz y descubría aparatos que por sus formas o aspectos nos eran completamente desconocidos. Al entrar nos dimos cuenta de que no había la supuesta ingravidez. Existía la gravedad, la misma que teníamos fuera, pero los pasillos, caminos, túneles o escaleras eran absolutamente transparentes, tan diáfanos como si no existieran pero sólidos.


Siempre intentando no extraer ni introducir nada del exterior, salvo nuestros cuerpos con sus trajes termoaislantes y luces detectoras especiales reflectantes de las anomalías en el suelo, invadimos ese íntimo refugio. Al ser dirigidas las luces a los escalones que a simple vista no existían, reflejaban la luz y se convertían en sólidos, tal como eran en realidad.


                                               *********


A mí personalmente me pareció una violación execrable aquel acto, pero me abstuve de cualquier comentario que lo desvelara. Solo sé que al contemplar a la mujer, a esa extraordinaria y sublime belleza angelical, a aquel cuerpo sensual y tan femenino con el que siempre ha soñado cualquier hombre en su vida, me enamoré por primera vez desde que nací. Yacías allí con las piernas juntas y las manos cruzadas por debajo del pecho, tus senos ovales eran perfectos, las líneas de tus muslos y caderas redondeadas como si el viento las hubiera alisado durante milenios. Tu pubis, discretamente tapado por los cortos pelos, resaltaba porque era la única nota de color, el negro, que destacaba en tu níveo cuerpo. Tu vientre plano, dador de vida y esperanza, y donde quisiera reposar mi cabeza eternamente. Los pies perfectos, los hombros rellenos, los brazos elípticos, los codos redondos y finos… todo en ti estaba dotado de hermosura y era bello.


De tu rostro aún nada podíamos decir. Tampoco del del hombre, pues ambos estaban tapados por una máscara de oro de rasgos estilizados y agraciados.

(Imagen obtenida en google)



El hombre permanecía con su puño izquierdo apoyado sobre su pecho y el brazo derecho plegado hacia arriba con el índice extendido, como señalando algo encima de él. Parecía más bien un saludo que una advertencia de que algo ocurriese ahí arriba y era el mismo gesto que  habían visto Magnus y Geraldine antes de difuminarse ante sí las figuras de la sala que descubrieron y los cuadros parapetados en la misma postura. Su complexión era fuerte y admirable, sin resultar grande o falto de armonía. El tórax espacioso, con músculos largos y bien formados, brazos fuertes y manos con dedos esbeltos y extensos, vientre plano surcado de pequeños músculos y su pene tan erecto como si el hielo le hubiera sorprendido dispuesto a hacer el amor a su amada. Era sorprendente su físico. Ambos cuerpos eran jóvenes, pero no como una juventud tal y como la entendemos, en años de vida en general, sino como la juventud de una especie, el albor y el nacimiento de una nueva raza. Eran los primeros hombres, por tanto, eran más puros, más jóvenes y nuevos, conservados inmutables desde la infancia de la humanidad entera.


Esto fue lo que la humanidad entera contempló y por un momento, se sintieron viejos y ancianos, hasta los más jóvenes. Éramos una raza gastada que existía desde hacía milenios y eso es lo que ponía de manifiesto esa impecable pareja.

(La lectura continua aquí)


sábado, 25 de enero de 2014

EL SECRETO DEL HUEVO DE ORO V, de Ricardo Corazón de León.




Continuamos con muchas más emociones y nuevos descubrimientos que provienen de aquí.

(La pintura es de Caspar David Friedrich)

























En las noticias de la mañana, cuyas imágenes habían sido seguidas en directo por la televisión, ya hablaban de un fantasma asesino en el huevo y vaticinaban que no sería el último en caer.

Magnus estaba sentado al lado de Richard y enfrente de Geraldine, con los periódicos en la mano, mientras Richard se echaba un litro de nata encima de sus tortitas a las que luego regó con mermelada líquida de fresa.

─ Algo expelió a Helf a través de la pared, ¿verdad? ─ preguntó Richard.

─ ¿Expelió? ─ dijo Geraldine, abriendo mucho los ojos y profundamente enfadada. ─ Fue su vientre, su tripa la que lo empujó y lo tiró. No sé cómo no le da vergüenza llevar eso encima de usted, ese enorme y horrible peso delante… que, además de inútil es peligroso.

Él se golpeó suavemente la panza.

─ Es toda mi inteligencia la que está ahí, mi sabiduría… Cuando adelgazo me pongo triste y soy tan normal como cualquier otro idiota. Estoy muy afligido por la muerte de Helf. El pobre se quedó sin saber lo que sucederá ahora.
(Pintura de Michal Krancz)


Durante ocho días las mismas aspiradoras potentes que habían sacado la arena alrededor del Globo, habían estado aspirando todo ese humo y polvos negros. Lo que expelía se pasaba por tamizadores y se enviaba, ambos contenidos, a las decenas de laboratorios que trabajaban para la expedición.

Volvimos a entrar en el Globo la misma comitiva y fue un choque directo con una mágica e inexplicable estructura, como un armazón de oro, con varillas verticales y horizontales, unas de base para la parte principal y otras para sujetar columnas u otros soportes, unidos unos a otros por escaleras invisibles, paredes inexistentes y pasillos incorpóreos. Pero solo había permanecido intacto lo que era de oro puro y en lo alto un cuarto al que nos dirigimos Geraldine y yo, por una escalera de oro.

La puerta dorada cedió fácilmente bajo mi mano y al entrar vimos a cinco seres humanos con extraños vestidos azules pesados, cayéndoles hasta los pies. Los dos delanteros nos saludaban con una mano en el corazón y con el otro brazo torcido señalando con el índice hacia arriba, lo que interpretamos que era un saludo. Un tercero nos invitaba a entrar y sentarnos en un sillón y los otros dos estaban desnudos al fondo, con la piel blanca, y en la posición de El Pensador, de Rodin, uno frente al otro mirando hacia abajo, como si jugaran al ajedrez. Estábamos atónitos. Geraldine sacó inmediatamente su cámara de fotos láser y tiró unas cuantas con un gran fogonazo del flash. En ese momento nos quedamos ciegos y la imagen que teníamos en la retina se desdibujó, pero también la realidad que volvió a deshilacharse, a derrumbarse y caer hacia el fondo del Globo. Retrocedimos rápido para evitar de nuevo los polvos grises y negros que ascendían hacia nosotros.

El Globo estaba verticalmente dividido en su centro por una gran columna metálica, hasta las dos terceras partes de su espacio, y en el final de ella se hallaba otra esfera de oro, a la que se tenía acceso por una gran escalera áurea.

Una vaina con su semilla en el centro ─ señaló admirada Geraldine.

¡Vamos a ver lo que hay dentro! ─ y Richard comenzó la marcha.

Apresurados fuimos hasta ella donde se advertía claramente la puerta de ese nuevo globo. Inmediatamente, Robert Graves se acercó con su aparato de sondeo y después de unos minutos nos comunicó que la señal que estábamos buscando procedía de su interior. Richard y Magnus acudieron con Geraldine al nuevo globo y Richard sacó su cuchillo e intentó hundir su punta en la apertura del cierre pero la hoja resbaló. Estaba sólidamente sujeta y no había forma de abrirla ni de introducir nada entre el marco y la puerta.
(Pintura ciclópea deMichal Krantz)


Mientras los carpinteros y obreros se afanaban por reconstruir mínimamente la estructura del Globo, para que se pudiese acceder a todas las estancias sin problemas, Richard y su equipo siguieron intentando abrir la puerta y finalmente consiguieron realizar un agujero. El agujero medía casi dos metros de profundidad, ciento noventa y ocho centímetros y estaba formado por múltiples capas de metales, con otras de una materia desconocida para nosotros, que seguramente serviría de termo-aislante protector.

A través del orificio instalamos todos los medidores posibles, cámaras, radares, termómetros polares, capturador de atmósfera, inhibidores que impidieran que nada, absolutamente nada, ni el aire o la falta de él, entrase o saliese de la esfera; como una membrana incorruptible. Se descubrió que en su seno la temperatura era de ¡menos ciento setenta y dos grados!, ¡casi la temperatura del cero absoluto!

¡Qué divertido! Un frigorífico ─ dijo Frank Spoiler, el representante de Europres.

En la Sala de Conferencias, se explicó todo lo que iba a suceder.

Abriremos la puerta, pero antes reproduciremos y averiguaremos qué ocurre en su interior para que no desaparezca como ocurrió con el interior del Globo, de modo que hemos instalado una doble membrana molecular por medio de la cual nada pueda entrar ahí y nada pueda salir y que permanezca como está. ─ dijo Robert Graves, ingeniero jefe de Meteorología y Geografía.

¿No tienen miedo de que puedan hallar una bomba al abrir la puerta?


En este caso, no. Abrimos la puerta del globo y no había nada, seguimos vivos, del mismo modo, no esperamos ningún artefacto explosivo.
(Imagen obtenida en google)



Mediante el ojo electrónico reprodujimos las imágenes en el secuenciador potencial y en apariencia todo lo que allí había estaba ingrávido pero no se movía. Había artefactos o máquinas o robots no humanos reproduciendo una gran sala de ordenadores, aunque en nada se parecían a los nuestros. Se hallaban en disposición ordenada contra un invisible muro. También destacaba una sala dispuesta y esperando como para darnos la recibida, colgando del aire pero sin movimiento alguno, y… Y… ¡Había dos cuerpos! ¡Dos hermosos y desnudos cuerpos humanos en suspensión!

¡¡¡HUMANOS!!! Una mujer, a la derecha. A la izquierda, un hombre, que se distinguía claramente por la disposición de su pene erecto, totalmente dispuesto para entregarse a su amada.

Flotaban en el aire, inmóviles, nada había a su alrededor, tan solo a un metro y medio más abajo, dos planchas de oro como si fueran sus camas o sus tumbas con un colchón invisible.

(Esta historia continua aquí).

jueves, 16 de enero de 2014

EL SECRETO DEL HUEVO DE ORO IV, de Ricardo Corazón de León

Este relato largo viene de aquí


(Imagen encontrada en google)


 EL INTERIOR DEL GLOBO



En el pozo de hielo, Henry Meyer, armado con su pláser (mezcla de láser y plasma), de construcción japonesa y española, como explica la traductora, comienza la operación con su traje de amianto, blanco y su máscara de vidrio y acero, atacando con una lanza de luz azul.

Geraldine, con traje de amianto, se reúne con Henry y se arrodilla a su lado. Les protege una especie de escudo blindado colocado frente a sus muslos y contempla como el haz de luz rosa ahora, penetra dentro del oro, que hierve y se desvanece en olas de luz azul.

De pronto estalla un aullido sobreagudo. La llama, la luz, las ondas, el humo son violentamente aspirados desde abajo. El pesado escudo cae. Geraldine también y Meyer se agarra como puede al soplete, mientras alguien corta la corriente. Se ha penetrado en el globo y la succión es debida a que el interior está a bastante menos temperatura que en el exterior.

Magnus, moreno, pelo negro, ojos verdes, era delgado pero atlético y se destacaba por ser tranquilo, afianzado y seguro, ya estaba sobre el globo, al lado de Richard y de Brown, el ingeniero londinense de Televisión que trae consigo un grueso cable, que en su final está dividido con una cámara y con un reflector diminuto, pero potente.

Brown va dando las órdenes oportunas para introducirlo por el agujero que han hecho y Geraldine, se dirige al fondo del Pozo dónde están los receptores. Brown da la orden para encender la luz y grabar y de repente, todos sostienen el aliento.

La conexión es directa a cada uno de los hogares del mundo que tengan televisión a través del satélite particular de la estación Ibiza y lo que se ve no es más que un remolino de motas grises o blancas, según les de la luz del receptor.

─ ¡Arena! ¡Horrible arena…! ─grita Richard.

Son los remolinos provocados por la succión tremenda que se ha producido con la abertura del agujero. Enry Lavois ordena a través de los receptores que hagan saltar el fondo de la caja. Con la caja se refería a una estructura que hallamos cuando despojamos de arena el fondo del Pozo, de tamaño rectangular y sobre la que se apoyaba el Globo. Al principio, lo llamamos pedestal o base, porque era lo que parecía pero, no sabíamos exactamente qué es lo que contenía.

Ante esta orden se organiza un pandemónium porque muchos de los científicos creen que si se hace estallar la caja, el Huevo se caerá o podría ser algo muy importante y no querrían hacerlo saltar por los aires, así que tras un pequeño cónclave se decidió que, en estas circunstancias debíamos mejor intentar entrar por la puerta soldada que ya habíamos encontrado. Esta estaba lista para abrirse en cualquier momento. Así que se subieron en la canasta-ascensor, para llegar a la plataforma Helf, el jefe mecánico, Richard, Geraldine, Brown y su cámara digital, el africano, Numba, el chino, Li-Op-Te, el japonés, Kirushima, el alemán, Meyer y Magnus.

La puerta ya había sido abierta y no resultó mortal ni tenía adherido algún artefacto explosivo o detonador. Fue un alivio después de tanta tensión.

Éramos demasiados pero no se podía herir susceptibilidades de los países patrocinadores. Magnus fue el que primero entró porque lo pidió y además de ser el más joven, era el más delgado. Iba ataviado con un mono de color azul marino, con calefacción, botas de fieltro negras termo-aislantes y un gorro de visón. En el interior la temperatura era de 37 grados bajo cero. Así que Magnus llevaba una máscara de oxígeno preparada para ponérsela, una lámpara halógena en la frente y una pistola de partículas que le obligaron a llevar, en el cinto.

Desapareció en la luz dorada y luego en el negro.
(Pintura de MichaL Krancz)





─ ¿Qué ves? ─ gritó Richard.

Tras una pausa se oyó en sus receptores:

─ ¡Estoy de pie! Hay un suelo. Pero no veo… ¡Nada…! No hay nada que ver…

─ ¿Cómo que no? ─ chilló Richard.

Se situó en la entrada rápidamente. Su mono era rosa fucsia con un bonete en la cabeza de lana verde y coronado por un pompón multicolor.

─ ¡Va a hacer que todo se rompa! ─ gritó Geraldine.

─ No peso nada ─ contestó ─. Soy como un copo de nieve.

Y con una sonrisa se ajustó la máscara y entró, mientras la cámara y los reflectores halógenos le seguían. Magnus estaba parado en mitad del suelo de oro y cuando Richard y Helf estuvieron a su lado les mostró las paredes que eran de un color azulado claro como el cielo y cuyo aspecto era poroso, gomoso y entelarañado. En una figura rectangular apoyó la mano suavemente y una puerta se abrió, la retiró y se cerró. Richard que no podía permanecer más tiempo parado, empujó la puerta y entró. Había un pasillo muy largo hasta otra puerta del mismo color y los tres flanqueados por Magnus entraron. Al llegar al final, Richard extendió la mano para abrir la puerta pero esta atravesó la pared y volvió a sacarla, asustado. Mientras yo también comprobaba que la pared de mi lado era igualmente hueca. Al intentarlo Helf, se tropezó con Richard que se daba la vuelta y atravesó la pared gritando. A pocos segundos se oyó un golpe sordo contra el suelo y de repente, como si aquello hubiera disparado miles de bombas escondidas, las paredes se fueron cayendo, desmadejadas, deshilachadas… Todo a nuestro alrededor caía, en unos segundos pudimos ver árboles, atuendos, personas esculpidas, plantas, cuadros con pinturas, caballos, aves, collares, espejos, mesas, sillas… todo desaparecía y caía hacia el suelo y cuando llegaba ahí, sin oírse, subía un humo negro hacia arriba que nos impregnaba y no nos dejaba ver más.

Todo lo que en esa sala se hubiere acumulado durante mucho tiempo y, supuestamente, para preservarlo para el futuro, se evaporó. Cuando las paredes se disolvieron y el polvo negro no dejaba de subir, Richard me agarró fuertemente. Alrededor nuestro no había nada… ¡Nada…! Estábamos al final del pasillo de oro y solo quedaba ese pasillo de oro por el cual habíamos llegado. Helf estaba en el fondo del Globo, a ocho pisos de distancia, muerto, atravesado por una columna de oro.

Retrocedimos con precaución, de rodillas. Y sellamos la puerta hasta que se dilucidara lo que convendría hacer a continuación.


(Pintura ciclópea de Michal Krancz)

Este relato continua aquí.



domingo, 12 de enero de 2014

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS, de René Barjavel.

(Foto tomada en Argentina al glaciar Perito Moreno por mí en octubre 2013)

En la vida de las personas los libros suelen influirnos notablemente en nuestra manera de ser, en nuestros conocimientos y, sobre todo, en nuestros gustos. Conmigo lo han hecho, desde luego y hace mucho tiempo. 

Mis novelas favoritas o que más me han impactado han sido La noche de los tiempos, de René Barjavel y la trilogía de Fundación, de Isaac Asimov. También La luna es una cruel amante, de Robert A. Heinlein y 2001, 2010 y Odisea final, de Arthur C. Clarke. Estos escritores se consideran actualmente los pilares de la ciencia-ficción y es necesario leerlos, no solo por gusto, sino porque para todo aquel que quiera escribir sobre ciencia-ficción, esto debería considerarse un mantra.

Sin embargo, con desolación compruebo que nadie lee a los clásicos, pero sí pretenden escribir sobre este género. La novela de El secreto del huevo de oro que vengo poniendo por fragmentos en el blog y que tanto seguimiento tiene es una especie de resumen denso de la novela La noche de los tiempos, de René Barjavel. La pulí, le quité la paja e introduje nuevas historias basadas en la robótica que había aprendido de Isaac Asimov. 

Yo creía que la primera persona que la leyera sabría exactamente reconocerla al instante. Sin embargo, después de dejarla a varios colegas y de publicarla en este blog para todos, solo dos personas la reconocieron. 

Es triste comprobar que una novela que debió estar entre los best-sellers más famosos del mundo, por lo bien escrita que está y el interés que despierta y la ciencia-ficción y el amor que hay en ella, sea una desconocida. Pero esto, gracias a los medios de difusión de los que disponemos ahora se puede solucionar. Sin embargo, la falta de cultura no. Se escribe más que se lee y ¿cómo es posible esto? Para ser escritor hay que leer muchísimo, pero no solo leer a los compañeros de los cuales, si son como tú, poco puedes aprender porque tampoco leyeron. Leer a los puntales de la literatura que hay muchos antes de juntar una letra con otra e intentar escribir. 

No creo que haya casi nadie, salvo los escritores y lectores cultos que hayan leído a estos 4 monstruos de la ciencia-ficción, pero sin embargo escriben ciencia-ficción o lo que ellos pretenden hacer pasar por tal. Normalmente cada relato que escriben, cada idea que les surge ha tenido su espejo mucho antes pero nadie lo sabe porque nadie lo ha leído. Y sí gustan estos autores, la señal es el éxito que está teniendo El secreto del huevo de oro en lecturas desde que empecé. Y es porque René Barjavel es uno de los que más me ha llegado. A partir de su lectura, como dice una querida amiga, se produjo un antes y un después.

Y eso es lo que quiero transmitir, lo que yo sentí al leer esta novela, las emociones, los recovecos, el hielo, la originalidad, el amor imperecedero y eterno y el savoir faire de este autor y de Isaac Asimov que no solo es escritor, sino un científico muy importante y que escribe sobre lo que investiga. Posiblemente algún día será considerado como un Julio Verne o un Leonardo da Vinci para el futuro. Porque se cumplirán todos aquellos sueños que ahora (y, sobre todo, cuando los escribió) se consideran imposibles. 

De hecho, muchos de sus adelantos que eran ciencia-ficción entonces ahora son realidad y, por tanto, se quedaron obsoletos pero fueron premonitorios.

Voy a seguir con la novela trasladando fragmentos de poco a poco, aunque mucho me gustaría que la leyerais completa La noche de los tiempos y también a Isaac Asimov y su Fundación y disfrutarais tanto como yo lo hice. En su defecto seguid leyendo y así, al menos, habréis aprendido de los autores más importantes de ciencia-ficción lo que es la verdadera y magnífica literatura culta.

Muchas gracias a todos y seguid leyendo.

(Pintura de Jim Warren, hiperrealismo mágico)

(Imagen encontrada en google)

(Pintura ciclópea de Michal Krancz)

Este es mi humilde tributo a esos autores.


viernes, 10 de enero de 2014

EL SECRETO DEL HUEVO DE ORO III, de Ricardo Corazón de León

Hola, a todos. Como veis la anarquía en las publicaciones es una constante que intento evitar, pero puesto que empecé un jueves solo me paso en un día de lo que comencé aquí

Seguimos en pruebas. Se abre la veda para opiniones, críticas, propuestas y demás. Soy todo ojos.

(La pintura es de Ester Roi, autora hiper-realista contemporánea)




A continuación llegábamos a las ruinas de lo que pudo ser la primera civilización y asentamiento humano. Cuando intentamos, en presencia de las cámaras de televisión blindadas y protegidas contra el frío polar, descongelar las figuras que veíamos, solo obtuvimos agua de distintos colores. Nada permaneció sólido. Lo único que lo mantenía unido era el hielo y mediante el calor los átomos se disociaban y se convertían en polvo. Así que se optó por dejarlos como estaban mientras se experimentaba con otras técnicas diferentes que no dañaran los elementos y que nos permitiera recuperarlos y conservarlos.

            Pero, la señal, lo que estábamos persiguiendo procedía del subsuelo y nuestra misión era llegar a su origen. 

            Un día, por fin, a 985 metros, llegamos a la superficie del continente y dejamos los hielos. La superficie era dura y poco a poco se iba consolidando aún más. Las capas subyacentes eran más robustas y, de una manera extraña, llegamos a una capa tan vigorosa que rompimos muchas máquinas en un intento por seguir horadando. Los científicos que examinaron la capa encontraron que los elementos que la componían, semejantes al granito, no estaban cohesionados de una forma casual, sino atendiendo a razones técnicas. La capa se había endurecido artificialmente mediante la transformación molecular de sus componentes y ello, desde luego, era una técnica muy avanzada, de la que nosotros aún carecíamos.

La mano del hombre o extraterrestre, la había endurecido y consolidado para hacerla casi invencible, pero aún así logramos atravesarla. Después encontramos arena, una arena que geológicamente no debería encontrarse allí, por lo que Enry Lavois, el Jefe de Expediciones Polares, siguió enardecido y convencido de que estábamos en el buen camino.
(Pintura ciclópea de Michal Karcz)

La señal seguía procediendo de más abajo aún, así que seguimos expandiéndonos en la arena, previo encofrado de la misma y sujeta por una camisa metálica. Empleamos grandes aspiradoras para ir sacando la arena lo más rápido posible, y los restos se enviaban a varios de los numerosos laboratorios que había a nuestra disposición. Seguíamos excavando hasta que, finalmente, uno de los mineros nos indicó a través del casco protector y el traje termoaislante que había pisado algo duro. Helf, el ingeniero de la obra ordenó parar las chupadoras. Estuvimos allí en el escasísimo tiempo que el pesado traje que llevábamos, nos lo permitía. Richard Grey, el químico, de cuarenta y cinco años, fue el primero en apoyar su enorme rodilla en el suelo para saber de qué se trataba; se hizo el silencio, cuando Enry Lavois, acompañado de Magnus Sprert, ingeniero jefe de la expedición, de treinta y dos años, y Robert Graves, ingeniero jefe de Meteorología y geógrafo, la encantadora antropóloga Geraldine, jefe de la delegación rusa y Richard ya se hallaban allí.

Richard cavó, apartó y barrió la arena hasta dejar al descubierto una superficie ligeramente ondulada de color dorado. Golpeó con el puño de su traje, no sucedió nada, utilizó su martillo de cobre cada vez más fuerte y ni siquiera dejó una señal. Finalmente, intentó sacar una muestra con su tijera de acero al tungsteno, resbalando sobre el suelo sin arañarla.

            Tras múltiples esfuerzos por quemarla, aplastarla, romperla o disolver con todos los corrosivos y ácidos inventados no conseguimos nada. Richard se levantó, estaba perplejo.

            ─No comprendo qué lo vuelve tan duro─ dijo ─. Es prácticamente puro.
            ─ ¿El qué? ¿Qué es ese metal?- preguntó Geraldine exasperada.

            Richard era un gigante de pelo colorado, barrigón y bonachón, de movimientos lentos. Geraldine era menuda, delgada, morena y nerviosa. Era con diferencia, la mujer más bonita de la expedición. Richard la miró sonriendo.

            ─ ¿Qué? ¿No es usted una mujer? ¿Lo habrá reconocido?... ¡Es oro, madame, oro puro…!

            Robert enseguida se puso con las mediciones y el aparato de sondeo subglacial volvió a detectar la señal. Ésta procedía del interior del oro.

Cavamos agrandando la bóveda para dejar salir aquél extraño objeto, intuyendo que se trataba del Descubrimiento más épico de la Humanidad, porque esa especie de cápsula, bola gigante o huevo, que estaba hecho de oro puro, era de tal grado de pureza que era incorruptible. Obra del hombre o de los extraterrestres, en su caso, tenía que ser esto.

            Investigamos para encontrar una puerta, una falla, algo quebrado, distinto, diferente… que sugiriera la existencia de una puerta o acceso. El huevo, por llamarlo de algún modo, medía 42 metros de diámetro, lo que equivale en términos de comprensión a la altura de un edificio con dieciséis pisos, que cabría en su interior, si es que no era macizo. Para mí eran cifras exorbitantes. Los sondeos realizados obtuvieron nuevas cifras, al parecer, era hueco, tenía una pared de casi tres metros de ancho en cualquier parte.
(Foto sacada de google)


Los medios de comunicación se encontraban concentrados allí con sus mejores reporteros y fotógrafos. Todos los países que lo habían solicitado, después de ser minuciosamente investigados y registrados los periodistas y fotógrafos enviados, resultaban acreditados o no. Tenían su propia zona autónoma e independiente para no interferir jamás en las acciones llevadas a cabo. A cambio eran puntualmente informados de todo lo que sucedía en el pozo uno y en todo el área de la base polar Ibiza. Las cadenas de televisión daban cuenta diariamente de todo lo que sucedía en ella. Todos veían en sus televisores holográficos lo mismo que nosotros veíamos sobre el terreno.

La familia Didier se encontraba sentada ante el televisor disfrutando de una plácida comida.

─Si lo fundiésemos y lo donáramos a los países pobres desaparecería el hambre en el mundo─ dijo Serge, el cabeza de familia.

Victoria, la madre y esposa, opinaba que todo esto era obra del diablo y que nada bueno podía sacarse de lo que se encontrara allí y farfullaba y murmuraba para sí.

Margot, la hija mayor, de dieciséis años, seguía paso por paso todo lo que las cadenas transmitían sobre el descubrimiento y tenía una gran esperanza depositada en que el futuro de la humanidad cambiaría mucho a partir de aquél hallazgo.


James, de catorce años, con el mp6 conectado, vivía su propio mundo en ondas sonoras y holográficas que distorsionaban el espacio real en que se encontraba, trasladándolo al último concierto de Los Pulp-Zomb, el nuevo grupo de moda, y le importaba un pepino todo lo demás. Según su lema, todo lo que no se podía comer o escuchar y bailar desenfrenadamente, no tenía importancia. Y aquello era un engaño para tener al público siempre enganchado
(la pintura es de Elena Bourkingots)


Pronto descubrimos círculos concéntricos en el huevo o bola, siendo el mayor de tres metros y estaban constituidos por una especie de dientes agudos y engarzados en fila, a cada borde. Como si fuera una gran boca que intentase cerrar y soldar unos dientes con otros para convertirse en impenetrable o atacar. También podría significar, como decía Magnus, que era una especie de excavadora que podía utilizarse para salir de ese agujero relleno de arena. Pero qué hacía ahí tanto tiempo y a qué esperaba para ponerse en marcha si era así.

Las televisiones transmitieron inmediatamente la gran noticia. Ya era una novedad una construcción no natural, en estas profundidades del polo sur, pero ahora quedaba totalmente constatada por esos dientes geométricos y esos círculos concéntricos.

            El espacio en torno a la bola se fue ampliando al tiempo que dejábamos libre más espacio a su alrededor.

            Por medio de ingentes y fatigosas pruebas logramos hallar una minúscula fisura que se prolongaba en un arco alargado y que sugería el hallazgo de una puerta soldada y, a partir de ahí, construimos una plataforma para acceder a dicha puerta.
(Imagen encontrada en google)


Fue en el momento de ir a colocar los instrumentos para apuntalar cuando Richard que estaba con Geraldine, sufrió un desmayo. Despertó en la enfermería con un fuerte dolor de cabeza y una gran hinchazón del cráneo. Magnus estaba mirándole.

─ ¿Y la nena?- preguntó nada más abrir los ojos.
Magnus le calmó con un gesto.

─ ¿Qué pasó?

─ Ha habido un desmoronamiento, un derrumbe de toda la pared por encima del corredor.

Llamábamos corredor a un túnel que descubrimos a la altura de la Bola de oro, a su derecha y que contenía desechos de varias clases y se encontraba taponado, bloqueado por lo que podríamos entender como sobrantes. Este agujero supusimos que era el que se había empleado para construir esta bóveda acorazada y lo que se hallaba en su interior y desde el que se accedía al globo.

─ ¿Hay heridos?

─ Tres muertos…

Eran las primeras víctimas de la expedición. También hubo heridos pero era un suceso muy lamentable. El primero de varios.

─ Y ¿qué me ha pasado a mí? ─preguntó mientras intentaba tocarse la cabeza vendada.
─ Nada serio. Una sajadura y un trozo de granito que le he sacado, se ha mellado un poco el hueso pero no es nada grave. Mañana estará bien. Tan solo, un fuerte dolor de cabeza.

A la mañana siguiente había reunión de información en la Sala de Conferencias.

Cuando Richard asistió vestido únicamente con su bata de color rojo chillón con estrellas en azul marino y plateadas, su cinturón que le hacía resaltar aún más el voluminoso vientre y sus botas blancas de piel con pelo de oso, y su vendaje que parecía un turbante, le recibieron unas sonoras carcajadas y aplausos por parte de todos.

En seguida se levantó, Enry Lavois y le abrazó. Todos querían a ese bonachón de Richard que era capaz de hacerles sonreír en momentos de máxima tensión o de tristeza como era el presente.

Allí se encontraban todos los sabios, ingenieros y técnicos de la obra y todos los representantes de la prensa y televisión, todos ellos portando el transmisor-traductor del tamaño de una almendra.

Geraldine mostró a los presentes cómo se hallaban los trabajos actualmente, en una gran pantalla comunicada directamente con el globo áureo.
(Imagen de google del interior de una pirámide)

─ ¿Cuándo van a entrar? ─preguntó uno de los periodistas.

─ La puerta no la vamos a abrir.

Se oyó un murmullo de reprobación y voces de sorpresa.

─ No la abriremos ─ intervino Robert Graves, el segundo de a borde de Enry ─porque creemos que podrían haber instalado un mecanismo de defensa o de destrucción y podría explotar al intentarlo. Abriremos por aquí ─ y señaló con una vara de bambú un punto en la esfera.

─ Pero hay una dificultad. Las perforadoras con cabeza de brillante que tenemos han roto sus dientes sobre ese metal. Tampoco se funde con el soplete oxídrico, bueno, se funde pero se vuelve a cerrar nuevamente. Es un fenómeno que no comprendemos pero que sucede a escala molecular. Para hacer una incisión en el oro, debemos atacar a nivel de moléculas, y disasociarlas. Así que estamos esperando un soplete nuevo que es a la vez láser y plasma para poder abrirla.

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